Se Burlaron de Mi
- ElyonAdolescentes
- 20 oct 2019
- 6 Min. de lectura

Estoy casi seguro de que todos hemos sufrido de algún tipo de burla en nuestra adolescencia, el muy conocido ahora como Bulliyng deja marcas en los chicos y chicas que van camino a construir su carácter.
La adolescencia es una de las etapas más grandiosas de la vida, solo una vez se puede ser adolescente y por eso, personalmente, siempre animo a los chicos a que disfruten su adolescencia; son años que pasan volando y no son muy largos, pero sin embargo dejan marcas positivas o negativas que van a permanecer el resto de nuestras vidas.
Recuerdo que cuando fui adolescente y estudiaba en mis primeros años del colegio, yo era el chico de clase que no podía permanecer sentado en el mismo lugar por mucho tiempo, tampoco soportaba quedarme sin poder hablar y por eso solía interrumpir al profesor en su clase para decir algo gracioso, o sino le hacia un comentario a un compañero con el fin de reírnos de algo. Recuerdo también que yo molestaba mucho a mis amigos, les hacía bromas y sobretodo a las chicas no las dejaba en paz; las hacía reír o las hacía llorar. Sinceramente, nunca les falté el respeto, siempre eran bromas inofensivas que hablaban más de mi personalidad extrovertida que de otro motivo. Sin embargo, nunca sabré con exactitud si mis bromas (inofensivas) para ellos-as, fueron recibidas de igual manera como yo las percibía. A veces suelo pensar si dejé alguna herida en sus corazones, sobretodo en las chicas, por alguna de mis bromas. Para resolver esta inquietud he tenido que pedir perdón a Dios por alguna de mis bromas y también he buscado mi propio perdón. Pienso que para traer paz a muchos de los problemas que enfrentamos hoy es vital esta mirada.
Yo no puedo saber si algún compañero se ofendió con una de mis bromas, pero sí se cuando yo me sentí ofendido por el comentario, risas o bromas de un compañero hacia mi. Podría contarte de una broma que me hicieron y que para mí no fue nada inofensiva, sino todo lo contrario, me ha persiguió por más de 20 años.
Brevemente la voy a contar:
En mi adolescencia, mientras estudiaba en la secundaria era muy común ir a casa de un compañero para estudiar o reforzar alguna materia. Recuerdo que todos estábamos en el patio de esa casa mientras el profesor nos volvía a explicar un ejercicio de matemáticas que nos costaba comprender. En un momento el profesor me llamó al pizarrón para que desarrollara un ejercicio con el fin de fortalecer mi aprendizaje. Entonces salí de mi asiento camino al pizarrón frente a todos mis amigos. Iba con mucho miedo por dos razones: no sabía cómo resolver el ejercicio escrito en el pizarrón y además aquella mañana había ido muy mal vestido, tenía unos zapatos que no hacían juego con mi ropa y unas medias gruesas que llegaban hasta un poco más abajo que las rodillas, muy cerca de mi pantaloneta grande que se veía terrible con mi camiseta. Iba vestido como un payaso que anima una fiesta. Cuando llegué al pizarrón me dispuse a resolver el ejercicio, cuando de repente escuchaba unas risas detrás de mí, entonces me volteé para mirar qué estaba pasando y observé que todos mis compañeros se estaban riendo de mi. Pude darme cuenta que se reían mientras me miraban de pies a cabeza e inmediatamente pensé y supuse que se reían de mi ropa.
¿Cómo creen que un chico de 12 años se sentiría al vivir esa experiencia?
Bueno, han pasado más de 20 años y debo confesar que ese escenario estaba muy guardado en mi alma, no era consciente que aquel adolescente seguía sufriendo dentro del cuerpo de un adulto de 34 años. Lo curioso de esta experiencia es que si pudiera volver al pasado para preguntarle a uno de mis compañeros por qué se reía de mi seguro me diría algo así: tranquilo, solo era una broma. ¿Tranquilo? Acaban de destruir mi imagen, no es tan fácil; me ha perseguido durante toda mi juventud, no era solo una broma.
Años más tarde, tuve que enfrentar esta mala experiencia guardada en mi subconsciente con el fin de traer sanidad y respiro para mi alma. Debo reconocer que fue Dios quien trajo una herramienta para liberar mi alma de aquel dolor en mi adolescencia, la herramienta se llama: Reinterpretación. Básicamente, esta herramienta no elimina el hecho en sí, ¿acaso es posible borrar un hecho vivido en tu historia y registrado en tu alma? De ninguna manera. Esta herramienta enfrenta el hecho y le da una nueva interpretación. Cuando algo malo nos pasa solemos quedarnos con una mirada corta del acontecimiento y mucho más si nos sucede en una edad tan inestable como la adolescencia, pero esa mirada corta debe ser expandida, agrandada para poder entenderla fuera de su complejidad.
A continuación, les voy a relatar cómo usé esta herramienta:
Sentado en el sillón de mi oficina recordé aquel escenario donde mis amigos se rieron de mi. Me acerqué al hecho que aún estaba registrado en mi alma y mientras caminaba por los recuerdos podía sentir como el dolor y la vergüenza estaban tan frescas como el recuerdo de lo vivido. A pesar de ello no me distraje en lo que sentía porque había vuelto al hecho en sí con un propósito y no era precisamente sumergirme en el dolor, sino salir victorioso sanando el alma. Entonces, parado en dicho escenario mientras observaba como todos se reían de mi, la herramienta de la reinterpretación me llevó a salirme del lugar donde estaba interpretando este hecho. Desde aquella experiencia hasta hoy solo había podido interpretar ese hecho desde un espacio muy angosto que se resumía en este pensamiento: soy feo, me visto mal, no les importo a mis amigos, no soy aceptado, soy raro, soy pobre, mis amigos se ríen de mi, etc. Pero ahora, me moví de ese lugar de interpretación. En la práctica sería como dar dos pasos más hacia la derecha y volver mirar el mismo escenario, pero ahora con otra mirada; entonces me regalé la oportunidad de reinterpretarlo así:
Bueno, es verdad, que feo color de ropa y que mala forma de combinarla, definitivamente no tenía la edad suficiente para elegir la ropa adecuada.
Esta reinterpretación no cambió el hecho, cambió mi mirada.
Esta nueva interpretación no hacía daño y por lo tanto me gustó. Entonces, al darme cuenta de que esta herramienta me estaba ayudando decidí dar otros dos pasos más hacia mi derecha y así regalarme otra interpretación del hecho en sí, y pensé:
Está bien, es verdad que todos se rieron de mí, pero piénsalo por un segundo, mira la edad de esos chicos ¿crees que hay algo de madurez en sus acciones? Son tan inmaduros como lo soy yo para escoger mi ropa, no vale la pena darle importancia porque realmente no la tiene; solo con chicos tratando de pasar un buen rato riéndose en grupo.
En este punto ya no podía parar de reinterpretar, entonces di muchos pasos más:
Es muy probable que se hallan reído por otra razón, pero yo lo recibí como algo que era en contra de mi.
¿Y si de lo que se reían era de mi forma de hacer el ejercicio que de mi persona?
O tal vez, se reían porque de todos yo fui el único que el profesor sacó al pizarrón.
Las reinterpretaciones fueron muchas y cada vez que conseguía una nueva entonces más sanidad recibía y así conseguí ser libre de esa experiencia que produjo mucho daño en mi alma.
Te invito a que vuelvas a interpretar una mala experiencia que tuviste en el pasado, regálale a tu alma la oportunidad de ser sanada por las heridas del ayer. Tal vez nunca te regalaste la oportunidad de volver a reinterpretar una experiencia que causó mucho daño en ti y por ello ahora tienes secuelas de ello; la ira, el enojo, la soledad, tristeza, ansiedad, depresión, baja autoestima, entre otros que pueden ser causados por no haber atendido debidamente las heridas del ayer. Hoy puedes ser libre de la vergüenza que te tiene atrapado y del dolor que te impide amar como deberías; si tan solo vuelves al pasado, al hecho en sí donde sufriste, pero lo haces en compañía de la mano de Dios y junto con él reinterpretas lo que te sucedió, seguro hallarás libertad para el alma y veras como te vas a sentir mejor.
Me gustaría darle gracias doy a Dios porque sin él no podría ser sanado de las heridas del ayer. A él sea siempre la gloria.
Aún estás a tiempo de tener una adolescencia feliz. No podemos cambiar la historia, pero sí podemos reinterpretarla.
Con cariño,
Lcdo. y Pst. Marcos Guaycha J.
Dibujo por: Sofía Naranjo
ElyonAdolescentes Viernes 20h00, calle cuarta y las monjas Iglesia Galilea "Plenitud de Vida" Guayaquil - Ecuador
Increíble!